domingo, 5 de julio de 2009

Blah, blah...

Con sardónica sonrisa miran, niegan, comprenden. No los saco de su error; cambiar sus paradigmas es una tarea vana, superflua: comunicarse en un lenguaje que ambos podemos compartir, en niveles de conjunción que el ser humano ha creado para borrar las diferencias. Para ambos el hecho factual es la mañana, pero la vemos de manera distinta. Con una simbología y una retórica diferente; pero la unión de los conjuntos es ese: A unión B igual mañana micro frío. Maratónicas explicaciones que desembocan en una sonrisa complaciente, en la juguera de sus inteligencias muertas, las imaginaciones anuladas. Paradigmáticas miradas, asesinos cuchillos. Cadáveres que se apilan en los altares de los sacrificios: manos, pies, cabezas mentes corazones sentimentalmente encrapulados en orgías con los más grandes sabios puercos de la historia. Razones para evadir la realidad, excusas para fomentar su ceguera: cuando sabemos que todo camino es el peor. Veinte veces vidas perdidas. Setenta veces siete muertes antes de nacer. Los abortos de la conciencia. El despertar de la noche en los bares de Dios. Con la caña de la trascendencia, la duda de haber compartido con los ángeles: la caída de los grandes y de los pequeños, la totalidad de las evasiones, la certeza de la incertezas, la vida vivida muere en pequeñas cosmoagonías: “mi Dios me dijo que no crea en él, pues no existe…”

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