martes, 23 de junio de 2009

Comatorium (escrito triste que quería ser alegre; pero que ahora lo es en serio, no en broma ni en ironía... es alegre en serio, porque le gustó...)

Como un combo en la oreja, entero maletero, humillante: mareador, como cualquier viaje en barco ebrio por el vino mula en caja, como el viaje en el mundo del que los jipis de los sesentas se querían bajar. Caminar bajo los neones del barrio rojo del consumo, la decadencia y el arrebato, y una plaza convertida en un testigo ciego-sordomudo-idiota de las primeras incursiones del batallón de los alienados en el campo enemigo: batallas de conquista e invasión (en ese desorden): imperialismo-postcolonialismo-neoliberalismo abstracto; lo mejor de lo mejor, la crema y nata: todo lo contrario al ganador; la guerra de clases de antemano perdida: los pobres contra los pobres, los ricos mirando desde afuera las maniobras que el obrero articula contra su vecino. Como la tormenta perfecta, como la pancita perfecta, el té en taza grande en el depto de un amigo: la unión de elementos dispares, al dialéctica totalmente abrumadoramente anulada, tambaleantemente muerto por las calles, por los sidas, por las sangres derramadas sin pudor, sin compasión, sin patetismo-panteísmo: el héroe entero perdido, perdido, perdido, pragmático, rojo como la línea de metro, como luz de semáforo y monito parado, perseguido, vigilado, la paranoptia eternamente (enteramente) presente. Los cuchillos utilizados como las más filosas y sidosas palabras. Tantas ganas de hablar, de decir, de callar, de unir sangre, sangre, sangre de muñecas cortadas por cortacartones oxidados y masas y semillas como los dioses antiguos indígenas para formar por el simple gesto de amor al hombre, al ser en comunión con la tierra, el aire, el agua, consigo mismo: la verdad. La mirada perdida en dos puntos que forman una recta que forman un círculo que nos encierra a ambos en una relación dialectialmente similar: alimentados con la carroña de los vivos, caminando entre tumbas, llantos secos y palabras que se aglutinan en sentidos perdidos: la paradoja de la palabra. No saber. La incertidumbre. Las jeringas calentadas por el calor febril de tu aliento. Vomitar, comer, gritar, matar, sodomizar, abrazarte, quererte, mirarte, escucharte, sonreírte, besarte. Estoicamente dispuesto a aguantar, a sufrir, a lamentarse en silencio: ya no hay comunicación, las palabras, de tanto frotarse, se desgastaron; solo quedan los gestos, las imágenes, las caricias, los besos, las miradas, las sonrisas, el testigo omnipresente mirando de reojo mientras lo cortan y lo muelen y lo taladran y lo trozan y lo venden por kilo sin cesar en el mayor espectáculo circense del que se tenga memoria. Tu vida. Tu opción. La mezcolanza de ideas, el posmodernismo en sus actos, en sus movimientos, la juguera en la que se ve envuelto. La culpabilidad que le fue transferida. Responsabilidades que se come. La confianza que quiere transmitir, que nazca y se extienda como el imperio romano y el griego y el inca y el gringo juntos: a ese toque de exterioridades, no guardarse nada, no esconder, no mentir, no retroceder ni rendirse jamás: el arte de la confusión. Ganas de matar al tiempo, desangrarlo, agujerearlo, sidarlo, taladrarlo, comerlo, contagiarle todas las enfermedades conocidas y desconocidas (sobre todo estas últimas). Una guerra bacteriológica contra el racionalismo. Tu mirada se clava en los ojos sin entrenamiento y sin preparación como los clavos de la cama en la espalda del fakir: no se queja, no llora, duele: lo melancoliza. Tristezas que se hacen presentes. Llantos acumulados salen de la forma más maricamente posible. La ambivalencia lo hace reír, burlarse de si mismo, pelear a cuchillazo limpio consigo mismo: el superhombre no solo le gana a los demás, sino que sobre todo a sí mismo, pelea y me suicidas. El superhombre puede sobresalir entre todos, pisotear y humillar a todos los que se atraviesen en su camino: él posee la verdad, la fuerza, la virtud y la razón diametralmente opuesta, pero se vuelve el ser más débil, vulnerable y desastroso con solo una palabra tuya. No dejarte ir. Abrazarte y caminar.

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